domingo, 24 de mayo de 2009

Sábanas negras


Seis de la mañana, es domingo y tengo alcohol en el cerebro de hecho.


Ni pensar en abrir los ojos, aunque no pudiera dormir, con los ojos pegados, no quiero nada de luz, me volteo y llevo las sábanas hasta mi cara, quiero dormir y perder el conocimiento de todo, soñar y sentirme bien, espero que sean buenos sueños.


Me veo echado, tapado, cansado, dormido, me veo inerte.
Tocan a la puerta los ángeles, me vienen a llevar – imaginé.


Miguel…!!! - Escucho gritos y los ángeles se fueron, viene mi madre por la puerta.
Estoy despierto…


Que todo sea un sueño me digo, mientras en dos segundos escuchaba lo que ella me decía, una desgracia había sucedido.
Salió ella del cuarto, llorando y gritando, yo con los ojos bien abiertos volteé a ver mi almohada y mis sábanas que me ayudaban a no ver la luz y las abracé con fuerza.


Lloré por unos segundos, no venía nadie más y solo escuchaba que mencionaban a Dios por la casa, estaban dispersos, supongo que cada quien sintiendo diferente, no me preocupé por ellos, me preocupé por él.


El murió y era joven como yo.


Luego decidí pararme y no salía del asombro de la noticia y de mi propia tristeza, me agarraba la cabeza y buscaba explicaciones, no del como, ni del cuando, ni del donde, sino del porque.


El sol ya entraba con fuerza a mis ojos, traje del cuarto de lavandería unas sábanas oscuras.


Me vi de nuevo echado, inerte, con dos sábanas cubriendo mi rostro, intentando soñar que los ángeles entraron en su puerta.

El ticket


Eran muchos años los que habían pasado, Jimy ya no era el adolescente soñador, y todas sus conversas eran del pasado a la luz de un faro viejo en la esquina del barrio con los amigos de siempre, aunque eso no era siempre.
Jimy era trabajador, trabajaba de madrugada, cuidando la mercadería de una fábrica por la carretera, había sido valiente para ingresar al ejército cuando salió del colegio, le gustaba la acción y correr peligros; le enseñaron a disparar y a ser honesto, no muchos aprendieron ambas cosas ahí, pero el fue más inteligente.
Jimy lleva años en el mismo trabajo, y no se conforma, el quiere ser mejor, asiste periódicamente a clases de computación, lo hizo pensando en usar el Internet como lo hace su único hijo. Jimy no es muy hábil, cada vez se da cuenta que no podrá ser tan rápido en la máquina como Jimy Joel, jota jota como el lo llama, pero se siente contento con saber poco con mucho esfuerzo, siente que lo frenan paredes sólidas cuando quiere saber más de computación y cuando intenta ser mejor; esas paredes que aparecieron toda su vida, sorteaba algunas pero aún se siente triste cuando ni con fuerza las puede esquivar. Jimy es un luchador, de buen corazón, no tiene enemigos, quiere a JJ mucho, lo lleva al estadio y le enseña sus recuerdos de infancia, tiene entre otras cosas fotos de uniformado y un ticket de un concierto en los ochentas, Jimy fue feliz en esos años, era muy joven y las paredes todavía no preocupaban tanto, usaba pelo largo, era delgado, y se enamoraba con facilidad.
Jimy no era tan solitario, y cuando lo estaba tenía la computadora, en la compu tiene lo que más le gusta, música, sabía “bajar” canciones, buscar webs de grupos, chekear las letras y ver conciertos recientes, volvía a saltar y a gritar dentro de sí cuando encontraba videos de hace 20 o 30 años colgados en alguna página de Internet.
Jimy estaba contento cuando el Internet lo acercaba a su pasado, y cuando veía y escuchaba aquel concierto, el del ticket del recuerdo como tesoro, en una mala grabación de aquellas épocas. Lo suyo era el rock, rock pesado, heavy metal, en los ochentas grababa en casa de amigos cassettes metálicos de 90 minutos de puro metal, sí cassetes metálicos, esos eran los que sonaban mejor pero eran un poco más caros, esos que guarda en una caja solo por recuerdo, los años y la humedad destrozaron las cintas, por más metálicos que eran.
Jimy ya casi vive medio siglo, y para no vivir deseando, es feliz con sus recuerdos.
Es un día normal y se alista para ir a su trabajo como siempre, son casi las seis de la tarde, tiene todo listo y parte hacia el paradero del bus que lo lleva directo a su chamba, es un camino no tan largo pero congestionado, lo separan 50 minutos de su destino y mientras tanto se dedica a mirar a la gente que sube y que baja del bus, si tiene suerte algún chofer sintonizará alguna radio que no sea de música tropical.
Jimy descansaba todo el día y últimamente veía muy poca televisión, JJ estaba en el colegio mientras Jimy dormía y cuando JJ dormía Jimy cuidaba la fábrica.
Jimy andaba un poco desconectado con el mundo en las últimas semanas, había estado pensando en Gloria, era noviembre y en un mes más se cumplía un aniversario más de su partida. No se deprimía como antes, al contrario recordaba y era muy feliz, Gloria y Jimy eran hechos el uno para el otro.
Jimy tuvo suerte ese día, al chofer no le gustaba la misma música que a el pero a su cobrador sí, a solicitud de el cobrador el chofer cambio la estación, Jimy ya estaba con una sonrisa tenue en los labios, será un camino menos doloroso pensó, los comerciales de rutina anuncian un concierto, es una banda inglesa que viene por primera vez al país, Jimy cree que es un sueño y se para con su mochila al lado del parlante para seguir escuchando, -“el 10 de Diciembre a las 9 de la noche en el Auditorio Nacional, entradas de todos los precios” anunciaba el locutor-. Jimy no salía de su asombro, la sonrisa tenue se convirtió en seriedad, estuvo pensando lo que restaba del camino el anuncio que había escuchado, parecía que sólo el había escuchado el anuncio en la radio, la gente no comentaba nada al respecto, siguió escuchando la música de la emisora de rock hasta que llegó a su destino.
Al día siguiente llegó del trabajo, eran las 7 am, entró al cuarto de JJ, en donde se encontraba la computadora, el recién estaba despertando, prendió la compu y respiraba rápido, buscó la información que necesitaba y confirmo lo que había escuchado la tarde anterior por la radio, Jimy seguía sin sonreír, era una de sus bandas preferidas, sin dudas, le pareció fantástico, la entradas ya estaban a la venta, reviso los precios y las ubicaciones y supo que podía estar presente.
No habló con JJ, tomo un rápido desayuno, se cambió, se puso su camiseta preferida y partió al punto de venta. Todo salió bien, andaba Jimy, contento con su ticket de entrada en la mano, regresaba de comprarla muy temprano, con la sonrisa pegada, una gran sonrisa y con las ganas de ser más feliz que antes.